Translate

sábado, 23 de diciembre de 2017

memoria corta

Está claro que en esta vida nuestra existen un montón de cosas o situaciones que nos sorprenden, para bien o para mal. Incluso muchas de ellas pasan a engrosar nuestro recuerdo, lo queramos o no. Muchas de ellas quedan gustosamente en ese cajón que de vez en cuando nos da por abrir. También otras permanecen en el mismo, en contra de nuestra voluntad, generando desánimo, desasosiego.

También existe otro tipo de recuerdo, de memoria, que resulta corta, muy corta, porque una de los peores cualidades del género humano, la conveniencia, atenaza constantemente la mayor o menor amplitud de aquel gran don que tenemos que es la memoria.

Siempre me ha llamado la atención la flaqueza de algunos en cuestiones de memoria, y curiosamente se ha correspondido con personas sobre las cuáles mis alarmas interiores ya me habían puesto en sobre aviso por su descarado aprecio al muy conocido y popular dicho del “por interés te quiero, Andrés”. La decepción llega cuando tu sistema de alerta falla y personas concretas te corresponden de tal manera que ponen en evidencia la muy escasa amplitud de su memoria y ello a pesar de la conducta que para con ellos hayas podido haber tenido tiempo atrás y continúes teniendo. No creo que sea cuestión de padecer una supuesta debilidad congénita en torno a aquella, que pudiera atenuar el comportamiento realizado, esto es, que pueda justificar por buena fe una conducta que, en definitiva, sorprende por no esperada. No lo sé. Tiendo a pensar más en el hecho mismo de que en algunos la memoria es corta principalmente por pura conveniencia. Y creen que los demás no nos damos cuenta. Ingenuos.


A la memoria corta, correspondencia corta.

sábado, 27 de mayo de 2017

LA HIPOCRESÍA

La verdad es que últimamente advierto comportamientos y actuaciones de terceros que alertan mi ya natural predisposición a mantenerme alejado de interesados, equidistantes, envidiosos, falsetes y demás fauna que merodea habitualmente por diversos y cercanos lugares de mi supervivencia. Reconozco que a quiénes actúan por aquello del 'interés te quiero andrés' les acoplo la distancia adecuada para evitar que su pobredumbre infecte mi existencia, que uno ya tiene defectos, y muchos, como para atesorar más. Ciertamente me supera, no los acepto.

Entre todos esos males hay uno que logra hervir mis glóbulos rojos. No ya la ignorancia como madre del atrevimiento que es (aunque también uno puede ser ignorante y hasta ser feliz, y también hacer feliz a otro, que es la buena) o que se te venga a considerar 'segundo plato' para cuando falla el primero, sino aquel otro que puede resumirse en una única palabra pero que de sí misma fluye cantidad de ideas, conceptos y exabruptos : la hipocresía. 

Es este un mal que nos rodea. Es un mal que convive con nosotros hace tiempo, mucho tiempo, pero que no hay manera de erradicar, al contrario, va a más. Un mal que resulta muy difícil de advertir porque a menudo se rodea de petulancias y buenos dichos que logra 'hinchar' a quién lo recibe, ajeno a ello y desconocedor de que luego con sus actos perjudicará probablemente a quiénes menos lo merecen salvaguardando con loas y glorias a quiénes bien saben infectar y esconder toda su mediocridad. Sonrisas que lo inoculan muy sutilmente obteniendo el rendimiento pretendido. No sé, creo que la hipocresía nació en la consulta de un dentista, demasiado blanca, como una bonita sonrisa, pero capaz de lograr fines rancios y oscuros. 

Resulta admirable la capacidad del hipócrita, del buen hipócrita. Esconde lo que es para hacer ver lo que no es ; lo que no da, haciendo creer que da. Ya lo decían los griegos, responde con máscara (hypo, máscara ; crytes, respuesta).

Hay que abrir bien los ojos, por uno mismo, y también por aquellos otros que verdaderamente merezcan la pena, que no bailan al son de máscaras. Nos irá mejor, disfrutaremos más.