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sábado, 23 de diciembre de 2017

memoria corta

Está claro que en esta vida nuestra existen un montón de cosas o situaciones que nos sorprenden, para bien o para mal. Incluso muchas de ellas pasan a engrosar nuestro recuerdo, lo queramos o no. Muchas de ellas quedan gustosamente en ese cajón que de vez en cuando nos da por abrir. También otras permanecen en el mismo, en contra de nuestra voluntad, generando desánimo, desasosiego.

También existe otro tipo de recuerdo, de memoria, que resulta corta, muy corta, porque una de los peores cualidades del género humano, la conveniencia, atenaza constantemente la mayor o menor amplitud de aquel gran don que tenemos que es la memoria.

Siempre me ha llamado la atención la flaqueza de algunos en cuestiones de memoria, y curiosamente se ha correspondido con personas sobre las cuáles mis alarmas interiores ya me habían puesto en sobre aviso por su descarado aprecio al muy conocido y popular dicho del “por interés te quiero, Andrés”. La decepción llega cuando tu sistema de alerta falla y personas concretas te corresponden de tal manera que ponen en evidencia la muy escasa amplitud de su memoria y ello a pesar de la conducta que para con ellos hayas podido haber tenido tiempo atrás y continúes teniendo. No creo que sea cuestión de padecer una supuesta debilidad congénita en torno a aquella, que pudiera atenuar el comportamiento realizado, esto es, que pueda justificar por buena fe una conducta que, en definitiva, sorprende por no esperada. No lo sé. Tiendo a pensar más en el hecho mismo de que en algunos la memoria es corta principalmente por pura conveniencia. Y creen que los demás no nos damos cuenta. Ingenuos.


A la memoria corta, correspondencia corta.