Sirvan
unas notas musicales para parar el mundo. Sirvan unos acordes de guitarra para
lograr quietud, en niños y mayores. Sirvan sonidos armónicos para despertar lo
bueno que llevamos dentro, sean estos obtenidos por la vibración de las cuerdas
de un arpa, por el fluir del aire entre los agujeros de una flauta, o el simple roce del
arco sobre las cuerdas de un violín o de un cello.